lunes, 22 de abril de 2013

VOLVER AL CINE

Foto:La gente volvió al cine a ver "Opapícaro"

Al saber que El Opa Juanoncho y Don Sinforoso se iban a enfrentar nuevamente, esta vez en una contienda electoral, no dudé en acercarme a la boletería del Trinidad Cine Teatro para ser parte de los primeros espectadores de “Opapícaro”.

Quería sacarme la espina de saber cuál de ellos ganaría los comicios prefecturales y no dejar que alguien me lo cuente.

Cambié los últimos 30 Bolivianos que tenía en mi vieja billetera por un boleto para la presentación de gala de la primer película financiada por el Gobierno Municipal de Trinidad y del Gobierno Autónomo Departamental del Beni con recursos públicos.

La producción también estuvo respaldada económicamente por personas y empresas particulares tanto cruceñas como benianas. Los cruceños aportaron, también, con actuaciones excelentes como la de Elías Serrano y de Fátima Gómez. En realidad, Hernando Chávez, guionista, actor y director, logró reunir a un buen grupo de amantes de la actuación de ambos departamentos, entre profesionales y debutantes.

Faltaban varias horas para la proyección y un grupo de técnicos terminaba de hacer los ajustes a la iluminación. Al ver las puertas abiertas, invadí el cine empujado por la nostalgia de aquellas épocas en la que Juanoncho y su elenco teatral se apoderaban del escenario y alimentaban su espíritu con las risas y aplausos de los benianos.

Mis pasos sobre el piso de madera retumbaban en la sala provocando un alboroto en mis recuerdos. Me vino a la memoria la última vez que entré a ese lugar, lustros atrás, cuando proyectaron la película infantil Aladino de Walt Disney Pictures.

Fue una noche de gancho, después de que una mujer robusta me impidió el paso al cine de enfrente, El Tropical, que proyectaba una película de entretenimiento para adultos. Una cosa era que no me permita el ingreso, pero siempre le guardaré rencor por señalarme con el dedo y gritar delante de todos “ese niño no va a entrar”.

Por ese entonces yo pasaba de los 15 años de edad, pero mi físico y mi rostro lampiño no me ayudaban a aparentarlos y la película de esa noche era sólo para mayores de 18. Mis fieles amigos dejaron sus boletos con resignación, recogieron su dinero y me acompañaron al “Trinidad” entre decepción y burlas por el cambio obligado de planes.

Volviendo al presente, mi paseo clandestino por la sala del cine fue detenido, paradójicamente, por la voz enérgica y desconfiada de otra mujer, que apareció por la entrada. Tuve el tiempo suficiente, sin embargo, de admirar el tallado que colocaron en la parte inferior del escenario, el buen estado del telón y de la pantalla; pero no pude llegar a los baños ni a los espacios destinados antes a los camerinos, de los que también guardo recuerdos.

Me dio gusto saber que las butacas de madera habían resistido al paso del tiempo y al peso de los cinéfilos.

La administración del cine, ahora, es un negocio familiar. El director desde hace algunos años es Freddy Velarde Becerra. Su madre, Celia Becerra Ojopi, dueña de la voz que me detuvo, es la administradora, y su padre, Miguel Ángel Velarde, se entretiene a veces con las reparaciones técnicas y la venta de cajas de pipocas.

La familia se ha convertido en verdaderos defensores del séptimo arte. Invirtieron fuertes sumas de dinero para refaccionar el edificio en general, recuperar las 570 butacas de madera, y modernizar el sistema de proyección y sonido.

En estas noches están muy atareados en la atención al público que llega a ver Opapícaro, uno de los pocos éxitos de la última temporada. Es que el cine carecía de espectadores, y su ausencia no es por falta de calidad en las películas, ya que se proyectan las mismas que llegan a escenarios del eje central del país.

Algunos especulan que la falta de público se debe a la piratería, o a las nuevas formas de entretenimiento que brinda la tecnología, mientras que otros creen que se debe a la apatía del público trinitario que necesita desempolvarse.

Los críticos improvisados de cine, en lo que a veces nos convertimos todos, tal vez habrán encontrado algún pequeño error en la edición de Opapícaro, pero coincidirán todos en que la comedia está muy bien lograda y que el público de las viejas y nuevas generaciones disfrutaron al verla, y ese es un buen argumento para volver al cine.

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