jueves, 2 de agosto de 2012

MATAN A JOVEN MADRE EN ATRACO A SURTIDOR

Nilda Saya Gualiane almorzaba a pocos metros de las bombas de combustible cuando dos desconocidos armados llegaron al surtidor donde trabajaba para llevarse el dinero de la venta del día.


Faltaban como dos horas para que Saya termine su turno de trabajo, regrese a casa y pueda abrazar a sus dos hijas menores de edad, pero los delincuentes la vieron intentando escabullirse y terminaron con su vida y sus ilusiones.


El proyectil pasó entre una pared y una movilidad de lujo, impactó en el rostro de la joven, le atravesó el cráneo y le causó la muerte por “hemorragia masiva”.


Los delincuentes habían disparado antes al aire para amedrentar a las vendedoras de combustible quienes sin poner resistencia se tiraron al suelo y dejaron que los hombres se lleven el dinero, en una cantidad aún sin especificar.


Al iniciar la fuga, los asaltantes dispararon de nuevo, esta vez contra la mujer. A sus espaldas dejaron a la joven madre tendida en el suelo sobre un charco de sangre, dos niñas huérfanas y a una ciudad acongojada por la inseguridad.


Apenas 24 horas antes, dos sujetos armados ayudaron a escapar a un reo del penal de Mocoví, identificado como Moisés Rojas, quien había exigido atención médica en el hospital Presidente Germán Bush.


El comandante Departamental de Policía en el Beni, coronel José Lanchipa, dijo “que es posible” que ambos hechos estén relacionados.


Aseguró que la policía no descarta ninguna hipótesis, incluso sobre la participación de extranjeros en el asalto.


Policías armados realizaron operativos de rastrillaje especialmente en las afueras de la ciudad, sector norte, en una zona llena de maleza, donde se creía que los asaltantes se escondían.


El coronel Lanchipa dijo que es probable que el arma de fuego utilizada contra Saya sea calibre nueve milímetros.


José Saya Noco, padre de la víctima, llora junto a su esposa por la muerte de su hija. Contó que trabajaba en el surtidor Chaparal desde hace dos años, aproximadamente.


El hombre se gana la vida como carretonero y su esposa vende pan de arroz para ayudar en el sustento familiar.


Ambos miran con temor el futuro por lo difícil que les resultará sacar adelante a sus nietas, las dos últimas víctimas de la creciente delincuencia.

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