miércoles, 23 de noviembre de 2011

SILLAS DE RUEDAS AVANZAN A LA PAZ

A sus 45 años de edad Julia Corrillo empuja la silla de ruedas de su hijo de 12 años por una carretera asfaltada que da una vuelta enorme para llegar a la Sede de Gobierno.

El cansancio no le impide buscar alimento para el menor que se encuentra parapléjico desde los ocho meses de edad como consecuencia de una meningitis.

Como el niño no tiene control total de su cuerpo, la madre debe licuar la comida para alimentarlo, tarea que se complica en la carretera por la falta de electricidad para hacer funcionar su licuadora.

Julia es madre de cinco hijos. El menor de ellos necesita trato especial porque es incapaz de hacer el más leve movimiento para valerse por si mismo.

Cuando quiere refresco mueve los labios como para dar un beso, explicó la madre.

El niño cierra los ojos y los abre una vez cuando quiere decir “si” y mastica aire cuando tiene hambre.

Son las pocas formas de comunicación que tiene con su compañera de toda la vida. Ella está segura de que él entiende todo, pero tiene limitada su capacidad de expresión.

Corrillo es dirigente de la Federación de Personas con Discapacidad en Santa Cruz. Lamentó que otros niños enfermos del área rural de ese Departamento no tengan tanta suerte como su hijo.

Algunos menores de edad con paraplejia viven “en el suelo” porque sus familiares no pueden comprar una silla de ruedas, contó.

Para mejorar la situación de su hijo y del sector que representa decidió empeorar su calvario personal y sumarse a la Caravana de la Integración en Silla de Ruedas.

Juan Carlos Jare, de 30 años de edad, camina con dificultad sobre el asfalto, a veces empujando la silla de ruedas de algún compañero o simplemente avanzando paso a paso para cumplir el objetivo de llegar a La Paz.

Jare lleva más de una semana en la carretera. La dificultad en su caminar no es de recién. Tiene problemas para controlar por completo sus extremidades y sólo con mucho esfuerzo puede pronunciar adecuadamente algunas palabras.

Casi siempre está con el cuello doblado, pero le resulta fácil ampliar su sonrisa cuando lo saludan mientras camina.

La sonrisa se le borra cuando derrama el contenido de su plato.

“A veces no puedo comer un plato con líquido porque lo derramo. Tengo que molestar, pedir favor a los amigos para que me traigan (las cosas). Usted sabe que molesta molestar a otras personas”, dijo mientras esperaba reiniciar su marcha.

Sobre su silla de ruedas, Carlos Mariaca, dirigente nacional del sector, recibió agua, fruta y solidaridad a un lado del camino.

La caravana salió el pasado martes de Trinidad y sostiene que continuará hasta que sea aprobado un proyecto de ley que les dé “trato preferente” y un bono a personas con capacidades diferentes.

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