sábado, 13 de marzo de 2010

DAMNIFICADOS SUFREN POR EL AGUA, EL CALOR Y EL VIENTO

Damnificados no han perdido la fe.

La carcajada llega hasta las carpas vecinas. Doña Elena Carreño, de 79 años de edad, se ríe de su suerte a pesar de que un calor infernal le hizo subir la presión y doler la cabeza.

Así estuvo desde el domingo hasta el jueves. Al amanecer del viernes, las cosas cambiaron radicalmente, fuertes ráfagas de viento casi levantan la carpa bajo la que duerme.

Desde hace tres semanas vive con su esposo ciego en uno de los campamentos para damnificados por la inundación en Villa Marín, sector oeste de Trinidad. Su casa continúa inhabitable.

El agua nos corrió de la “tapera”, afirmó mientras el marido descansaba con los ojos cerrados y la boca semi abierta en un perezoso, un sillón con marco de madera y asiento de tela.

La temperatura ambiente en los últimos días alcanzó los 34 grados centígrados a la sombra pero dentro de las carpas el calor era “insoportable y desesperante”.

A Carreño le gana la risa y contagia su alegría a los demás cuando recuerda que su vecino no aguantó más y desesperado por el calor echó varias baldadas de agua sobre su carpa. Sólo así pudo terminar su plato de sopa, que era todo el almuerzo.

“Estamos sufriendo. Qué le vamos a hacer. Está bien que suframos por lo menos un rato para pagar nuestros pecados”, dijo la anciana a la par que se acomodaba el cabello largo que la sofocaba.

Villa Marín se inundó hace un mes a pesar de contar con un dique protector contra el rebalse de los ríos. Se inundó con agua de lluvia que las bombas instaladas no pudieron sacar antes de que ingresen a cientos de domicilios.

Dos campamentos fueron armados en la zona con carpas de Defensa Civil. Los damnificados reciben alimentos de instituciones locales y principalmente del Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Muchos de los damnificados no podían dormir el jueves por el calor, se quedaron despiertos hasta altas horas de la noche intentando conciliar el sueño. Poco después de que lo habían logrado, la naturaleza los hizo saltar nuevamente de sus camas.

Fuertes vientos del norte hicieron sonar las cuerdas que sujetan las carpas, los relámpagos iluminaron la noche, las nubes cubrieron por completo el cielo capitalino y no tardó en llover. Todo el campamento se movió durante los 30 minutos que duró el temporal.

“Parecía que las carpas iban a salir volando. Mucha gente se asustó”, contó Fernando Aquino, quien responde por la organización de la vida entre las carpas.

Algunas cayeron y se rompieron al igual que en el campamento que está al otro lado del barrio, afortunadamente nadie resultó herido.

Hay carpas vacías en el campamento. Aquino explicó que algunas familias regresaron a sus hogares porque el agua bajó de nivel y ya están habitables, otras; sin embargo, encontraron un techo seguro en otra parte de la ciudad.

Las personas que quedan en el campamento soportando los extremos del tiempo, sudorosos o asustados, no han perdido la alegría ni la fe.


Dos jóvenes intentan parar la carpa que se vino abajo por el viento


Las reuniones son fuera de las carpas porque adentro el calor es insoportable.

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