lunes, 27 de mayo de 2013

“JOCHEO ´E TOROS”, TRADICIÓN Y PELIGRO EN LA "CHOPE PIESTA"

La tradición y el peligro volvieron a encontrarse en el círculo de madera de la Plaza de la Tradición durante las tardes de “joche ´e toros”, organizado como parte de los festejos del 327 aniversario de la fundación de la Santísima Trinidad.

Las corridas comenzaron una tarde de sábado con clima templado, bajo un cielo azul  decorado con retazos de nubes blancas. Al centro del corral, el palo “ensebao” lucía erguido, haciendo las veces de mástil gigante para sostener no sólo los premios para quien llegue hasta la punta, sino también la bandera de Trinidad, que flameaba orgullosa ayudada por el viento que soplaba desde el sur, afortunadamente sin “chilchi”.

En la tierra, las chapapas de madera esperaban a los espectadores, mientras que las graderías poco a poco se llenaban de gente.

Ocho toros aguardaban agitados en el corralito contiguo al corral de madera “cuchi” labrada.

Por seguridad, una cadena con candado evitaba que los toros salgan al corral, también vigilados por funcionarios de la Intendencia Municipal, que guardaban con recelo la llave que aprisionaba la emoción y el peligro. La innovación fue aplicada para evitar que los toros sean molestados durante la noche.

Jocheadores y montadores comenzaron a exigir que larguen al primer toro, dispuestos a medir fuerzas con las bestias cornadas. “Tronó” la banda desde las graderías destinadas a las autoridades municipales y comenzó la fiesta popular fecundada en las pampas benianas.

Un acto imperdonable se registró el primer día de jocheo ´e toros en la plaza de la Tradición, porque todos los actores de la fiesta estaban presentes, excepto una de las herramientas infaltables en el manejo de ganau, el lazo. Algo parecido a una soga, de unos seis metros, fue utilizada para sacar a los toros del corralito y luego poder colocarles “la huasca pechera” para que los jinetes tengan de donde sujetarse.

Tres toros irrumpieron al mismo tiempo en el corral de los trinitarios, arrancando aplausos, gritos y provocando tremendo susto a los jóvenes que se encontraban desprevenido sobre la paja verde que alfombraba el corral.

Los más osados hicieron lance a las embestidas de los animales embravecidos, que no encontraban el camino para desahogar su furia y corrían de extremo a extremo del ruedo de madera cabeceando y levantando los cuernos al aire cuando sentían algún cuerpo humano lo suficientemente cerca como para estropearlo.

Los afortunados jóvenes se echaban al piso y apretaban los dientes para no ser presa de los cuernos ni de las pesuñas de los toros, alguno sintió que las patas de los animales le rosaban las orejas y luego se levantó satisfecho por haber salido ileso con una aventura para contar.

A falta de lazo, sobró valentía y con el paso de los minutos, los jocheadores se dieron cuenta que no era necesario ni “simbau” ni “pechero” para subirse al lomo de las bestias, sino solamente fuerza en sus piernas y brazos para sujetarse de la giba del toro mientras resistían los corcovos.

Sin mirar a bajo, un joven subió con mucho esfuerzo pero sin problemas hasta la punta del palo, lo hizo ayudado de con huascas y una mochila llena de tierra que utilizó para no resbalar. Desde arriba arrojó la bandera de Trinidad y los otros premios.

Lamentablemente, el emblema cívico fue utilizado por unos minutos para jochear al toro hasta que un funcionario de la Intendencia le pidió al jocheador que busque otra capa de torero. Es el segundo año consecutivo que sucede esto en la Plaza de la Tradición durante la fiesta patronal trinitaria.

La segunda jornada de jocheo de toros se realizó el domingo, con mejor clima y mejores ánimos, porque fue el día central de la Chope Piesta.

Trinitarios y trinitarias nuevamente se dieron cita alrededor del corral para disfrutar de una tradición que refleja valentía y coraje de quienes se ponen cara a cara de bestias bravas, capaces de elevar por los aires a los menos audaces. Es para recalcar que las jornadas de jocheo de toros se vivieron con mucha alegría y por fortuna no hubo ningún espropeado grave, lo que contradice a la afirmación popular que dicta: “si no hay muerto, no hay fiesta”.

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